domingo, 11 de septiembre de 2011

ave fénix


¿cuántas veces se puede empezar de nuevo?
¿cuántas reinvenciones soporta un ser humano?
¿cuántos folios en blanco se tienen para reescribir la historia?
¿cuántas capas de piel podemos mudar?
¿cuántos caminos bifurcados, retorcidos, rectos, paralelos, hay para recorrer?

cuando era niña, mi soledad me hacía feliz.
mis libros, mis juegos, mi extremado orden, mi mundo diminuto, era más que suficiente para completarme. pero la adolescencia me sembró semillas de duda y de inseguridad, ansias de agradar, de encajar. siempre he pensado que, en algún punto en ese proceso, me olvidé de quién y cómo era en realidad, y renuncié a mi esencia para vivir una búsqueda, la búsqueda de un punto de encuentro entre el mundo y yo, un lugar donde sentir que pertenecía, que mi yo no chocaba frontalmente con el resto de yoes del universo. pero me equivoqué. me transformé. me amoldé. jugué a un juego en el que no era yo quien imponía las normas.

y bebí demasiado, besé demasiados labios y acaricié demasiados cuerpos. bailé todas las canciones. me fumé todos los pitillos. canté a voz en grito, jugué borracha en los columpios, hice amigas que ya no están, y me subí a la barandilla de un puente...
viví. se supone que me divertí, pero no. el sentimiento de vacío crecía, me absorbía. una extraña sensación de ausencia, de nostalgia de algo desconocido, de carecer de sentido...

y amé. amé mucho, y, por respuesta, obtuve migajas y desprecio.

y me alejé. del mundo, de mí. y caí. al vacío. al averno.

pero renací. fui tan fuerte... dejé atrás el dolor, el desprecio, el sinsentido y las barandillas... y casi ni lo recordaba. y me encontré conmigo en un rincón. ya ni me renonocía. y entonces volví a bailar, a cantar, a sonreir. con el mismo rostro, pero sin rictus de incomodidad.

desde entonces me he caído muchas veces. bueno, quizá no tantas, pero los golpes fueron tan duros que me despellejaron las rodillas, y el alma. de algunos aún no he conseguido levantarme; de otros quedan cicatrices; no quedan marcas de todos.
pero a veces me olvido de que me quedan rodillas para muchos otros tropiezos.

quizá aún no sepa quién soy, ni vaya a saberlo nunca. pero quiero mirarme al espejo y recordar que, pase lo que pase, me levantaré de nuevo.

domingo, 7 de agosto de 2011

al olvido




como en la canción de los Elefantes, regalo al olvido todo lo que guardo en el cajón, en ese cajón donde he ido acumulando basura inservible, lastres, cadenas del recuerdo oscuro.
ha llegado el momento de hacer limpieza y volver a empezar; de dejar espacio vacío para rellenar porque, como en el autobús, si no sale alguien no se puede entrar.

hoy mi media langosta me ha preguntado quién soy, desde cuándo he desarrollado todos estos hábitos autodestructivos que se han asentado como rutina, por qué últimamente veo tanto la tele y leo revistas de "chicas" que antes me resultaban repulsivas... dónde estoy yo entre este barullo, estre todo este ruido...
tengo la impresión de que en algún punto que no recuerdo eché a andar y perdí el rumbo, y ahora no sé regresar al hogar, como si el mar hubiese borrado mis huellas en la arena, como una Gretel que ha llegado a la casita de dulces para descubrir que todo es un engaño, y empacha...

es tiempo de desandar lo andado. de parar y mirar alrededor. de coger la mano de Hansel y huir y, como en otra canción del ya roto grupo de Shuarma, "abrir más ancho el camino" de vuelta a casa...

viernes, 5 de agosto de 2011

cuando la pobreza entra por la puerta el amor salta por la ventana??





hace tiempo ya que oí por primera vez este refrán en una canción del último de la fila; yo siempre he sido más del "contigo, pan y cebolla", pero, claro, nunca había vivido a base de cebolla y pan, la verdad.
hace ya dos años que no tengo un trabajo decente. con decente quiero decir duradero en el tiempo y poco más, que no he recibido yo nunca tremendos estipendios por mis labores. como decía, hace ya dos años que no trabajo. mi media langosta se desloma en un trabajo a media jornada que, aunque interesante y con un ambiente inmejorable, aporta a nuestras arcas comunes unos 500 eurazos cada mesecito. el alquiler de nuestro nidito de amor es de 400. no creo que haga falta decir más. soy licenciada, con doctorado en literatura finalizado y tesis doctoral pendiente... más bien nunca acabada, porque nuestros ingresos no pueden costear el material que necesitaría para acabar la labor.

desde que conocí a mi media langosta (me gusta llamarle así por Phoebe, de la serie Friends) hemos sido piña, uña y carne, un equipo en y para todo. hemos pasado por altibajos económicos, enfermedades y fallecimientos cercanos y familiares, el doloroso alejamiento de algunos que creíamos cercanos... siempre juntos, siempre de la mano. pero nunca habíamos sobrellevado una situación económica y laboral tan precaria como la actual. sin mis padres estaríamos en la calle y no tendríamos ni pan ni cebolla que llevarnos al buche. esta situación ha generado una tensión callada, un abatimiento insondable, una desesperación muda que ha ido ganando posiciones en este nuestro hogar. la presión es tal que hasta el gatichuelo se resiente, nervioso, insomne a veces, comatoso en su hipersomnia otras, rascando unos pellejos irritados por su intranquilidad.

hacía mucho tiempo que no me iba a la cama con esta sensación de enfado, tristeza, rabia, desesperación... se me han pasado las horas como segundos infinitos; incapaz de conciliar el sueño, de concentrarme en la lectura, de relajar la mandíbula que ya me duele sea noche o día (el bruxismo debería estar penado por ley), me he levantado a buscar más que consuelo desahogo en este espacio artificial del anonimato público.

amo profundamente a mi media langosta. adoro a mi gatichuelo azabache.
tengo miedo.
me pregunto cuántas parejas, cuántas familias, cuántos seres solitarios en esta noche acunan su insomnio echando cuentas mentales para saber si podrán comer mañana, si pagarán el recibo de la luz, si tienen algo que puedan vender para pasar el amargo trago que, inevitable, se aproxima. y también si el amor puede apagarse cuando restan pan y cebolla, o, peor aún, sólo hambre...

lunes, 1 de agosto de 2011

Kuky, vuelve!!






Anoche conocí a Kuky. Siento reconocer que le prejuzgué por su aspecto, aunque admito que no me equivoqué en mis intuitivas conclusiones. Kuky me alejó por un momento de mi vida para llevarme de la mano a su mundo.
Y quise tomar su mano roja, que no rosa, y recorrer el bosque de los muñecos desechados, adentrarme en el basurero y, sobre todo, volver a los brazos de Ondra para velar su sueño.

Quise ser Kuky y estar lejos de Noruega, del paro, de las elecciones, de los trajes Gürtel, de Siria, de mi cuenta bancaria gritando que fin de mes empieza el día 7...

Quise ser Kuky y tener un objetivo, una meta que perseguir por encima de todo, y vivir en un mundo maniqueo de blancos y negros, buenos y malos, donde las elecciones son fáciles, los amigos lo son para siempre y lo peor que puede pasar es mojarse bajo la lluvia impenitente...

Quiero ser Kuky. Conoced a Kuky.