viernes, 5 de agosto de 2011

cuando la pobreza entra por la puerta el amor salta por la ventana??





hace tiempo ya que oí por primera vez este refrán en una canción del último de la fila; yo siempre he sido más del "contigo, pan y cebolla", pero, claro, nunca había vivido a base de cebolla y pan, la verdad.
hace ya dos años que no tengo un trabajo decente. con decente quiero decir duradero en el tiempo y poco más, que no he recibido yo nunca tremendos estipendios por mis labores. como decía, hace ya dos años que no trabajo. mi media langosta se desloma en un trabajo a media jornada que, aunque interesante y con un ambiente inmejorable, aporta a nuestras arcas comunes unos 500 eurazos cada mesecito. el alquiler de nuestro nidito de amor es de 400. no creo que haga falta decir más. soy licenciada, con doctorado en literatura finalizado y tesis doctoral pendiente... más bien nunca acabada, porque nuestros ingresos no pueden costear el material que necesitaría para acabar la labor.

desde que conocí a mi media langosta (me gusta llamarle así por Phoebe, de la serie Friends) hemos sido piña, uña y carne, un equipo en y para todo. hemos pasado por altibajos económicos, enfermedades y fallecimientos cercanos y familiares, el doloroso alejamiento de algunos que creíamos cercanos... siempre juntos, siempre de la mano. pero nunca habíamos sobrellevado una situación económica y laboral tan precaria como la actual. sin mis padres estaríamos en la calle y no tendríamos ni pan ni cebolla que llevarnos al buche. esta situación ha generado una tensión callada, un abatimiento insondable, una desesperación muda que ha ido ganando posiciones en este nuestro hogar. la presión es tal que hasta el gatichuelo se resiente, nervioso, insomne a veces, comatoso en su hipersomnia otras, rascando unos pellejos irritados por su intranquilidad.

hacía mucho tiempo que no me iba a la cama con esta sensación de enfado, tristeza, rabia, desesperación... se me han pasado las horas como segundos infinitos; incapaz de conciliar el sueño, de concentrarme en la lectura, de relajar la mandíbula que ya me duele sea noche o día (el bruxismo debería estar penado por ley), me he levantado a buscar más que consuelo desahogo en este espacio artificial del anonimato público.

amo profundamente a mi media langosta. adoro a mi gatichuelo azabache.
tengo miedo.
me pregunto cuántas parejas, cuántas familias, cuántos seres solitarios en esta noche acunan su insomnio echando cuentas mentales para saber si podrán comer mañana, si pagarán el recibo de la luz, si tienen algo que puedan vender para pasar el amargo trago que, inevitable, se aproxima. y también si el amor puede apagarse cuando restan pan y cebolla, o, peor aún, sólo hambre...

No hay comentarios:

Publicar un comentario

únete a la resistencia